Así lo recuerdo

   
Lorenzo Guardiola, Eugenio Marco, Gabriel Esteve, ? y Luis Mariano Mellado en la Coronación de 1986

Artículo publicado en el programa de fiestas de 1998 con motivo del XXV Aniversario de la Asociación de Moros y Cristianos. 

ASÍ LO RECUERDO

Me alegró recibir de la Asociación de Moros y Cristianos la petición de escribir sobre mi etapa como Presidente y otros recuerdos de estos veinticinco años, pues estaba en mi ánimo colaborar en el programa de fiestas en este significativo año; me faltaba este empujón, pues no me decidía. Gracias.

Mi etapa como Presidente fue breve, pero a la vez repleta de acontecimientos decisivos, donde no faltaron los enfrentamientos más o menos desagradables entre grupos o, mejor, entre personas.

Pero antes quiero recordar –pues veinticinco años para la mayoría de los asociados es toda una vida- cómo empezó a fraguarse esta Asociación tan boyante, placentera y armoniosa que es en la actualidad.

En 1972 desfilaron, junto a la Reina de las Fiestas, sus carrozas y las Majorettes de La Raya, un grupo de Moros de Sax (Alicante). Este mismo día se estrenó el pasodoble ABANILLA EN FIESTAS.

Aquella actuación de Moros fue el despertar de nuestra tradición olvidada.

La idea de resucitar esta tradición partió del Ayuntamiento, siendo alcalde Antonio Pacheco.

Se tenían que hacer trajes, banderas, armamento…, pero no había un duro. El Ayuntamiento se comprometió a financiarnos los trajes y banderas. Una prestigiosa sastrería de Alicante nos vistió. Fue un desastre. A los cristianos todo nos venía pequeño, incluido el cinturón. En cambio a los Moros, los pantalones parecían que llevaban la capa incorporada. Entre Moros y Cristianos no llegábamos a veinte. Esto no impidió que no nos lo pasáramos fenomenalmente y que el desfile no fuera todo un éxito. El peor parado fue la sastrería, pues el Ayuntamiento era quien tenía que “pagarle”.

Salimos tan eufóricos de estas fiestas de 1973 que nos juntamos unos cuantos amigos y empezamos a trabajar. Había que hacer trajes nuevos. Nuestro espíritu era de grandeza, las ideas brotaban con generosa fluidez, nuestro optimismo era fantástico…, pero no había un duro.

La Asamblea de la Hermandad de la Santa Cruz, en 1974, nos dio treinta mil pesetas, siendo su presidente Francisco Rivera.

Hicimos la famosa rifa de un coche (Mini 1.000), una lavadora superautomática y un televisor. Pensábamos recaudar más de ¡¡600.000 pesetas!! (el coche en aquella época valía unas 140.000 pesetas). No recaudamos ni treinta mil duros y había que pagar los premios en caso de tocar. Pero no tocó; los números premiados no se vendieron.

Nos hicimos trajes nuevos y empezamos a funcionar. A principio no había cargos directivos. Entre unos cuantos nos lo hacíamos todo hasta que se nombró la primera Junta Central.

Fueron años duros pero a la vez alegres –teníamos veinticinco años menos-. Los veranos hacíamos bailes en la piscina, y en invierno en las discotecas. Así conseguimos algunas pesetillas.

La Asociación empezó su andadura, unas veces bien y otras no tanto.

Cuando Germán González dejó la Presidencia, después de las fiestas de 1985, se convocaron elecciones en la Asamblea General Ordinaria del 24 de agosto para Presidente, Secretario y Tesorero. No se presentó nadie. Se hizo otra extraordinaria, con el mismo fin, el 7 de septiembre y tampoco se presentó nadie a la Presidencia y Secretaría, sí a la Tesorería; fue Eugenio Marco. Se convocó otra para el 21 de diciembre a los cargos vacantes. A esta reunión sólo asistió el Vicepresidente, que levantó la sesión una hora después de la convocatoria. Deprimente.

El 29 de marzo de 1986 fui nombrado Presidente hasta la siguiente Asamblea General Ordinaria de agosto, con el fin de no pasar las fiestas sin Presidente y de estudiar y reformar los Estatutos en lo referente al gobierno de la Asociación, con la condición de que esta Junta Directiva se consideraría dimitida en caso de que esta Asamblea no solucionara los problemas de dirección. Se convocó otra Asamblea Extraordinaria para la elección de Junta Directiva o para disolver la Asociación. Así fui nombrado Presidente.

Estos cinco meses, más o menos, que me tocaron presidir esta querida Asociación fueron de una actividad enorme.

Este año se sustituyó la Reina de las Fiestas por una Mora, Jerónima Sebastián Riquelme (Muzalé), y otra Cristiana, Fina S. Salar Riquelme (Calatrava). Fueron nuestras primeras Reinas.

Se tramitó ante la Consejería de Comercio y Turismo la primera subvención que ascendía a seiscientas mil pesetas. Teníamos que justificar gastos por valor de 1.600.000 pesetas. Esto sí fue costoso conseguirlo. Encontramos la solución con algún que otro cero a la derecha de alguna que otra factura. La subvención llegó meses después.

Empezamos a trabajar en la reforma de los Estatutos (en realidad trabajó solamente Eugenio Marco) y, por fin, quedaron actualizados y aprobados en la Asamblea General Extraordinaria del 19 de julio. Estatutos por los cuales nos regimos actualmente, estando otra vez en vías de actualización.

En estas fiestas de 1986, lucimos por primera vez la «Declaración de Interés Turístico Regional de las Fiestas de Moros y Cristianos», y paradójicamente fue el peor desfile de estos veinticinco años.

Dos grupos Cristianos, uno Moro y cinco disidentes admitidos por un grupo en el desfile del 1 de Mayo provocaron tal lío entre grupos –o, como decía al principio, creo que más bien entre personas-, que se creó un ambiente raro, agrio, y totalmente desagradable.

Discutiendo “sanciones sí o no”, y “yo tengo la razón”, y “los Estatutos dicen esto o lo otro”…, estuvimos en una reunión de Junta Central desde las siete de la tarde hasta las 11’31 de la noche. El Secretario necesitó diez folios para escribir el acta. Fue el 2 de agosto. La pelea continuó hasta la siguiente Junta Directiva que la zanjó con más o menos éxito.

Pero la apatía que había en estos tiempos no había terminado. Se convocaron elecciones para la Asamblea General Ordinaria del 23 de agosto y persiste el desánimo; no se presenta nadie a Presidente. La Junta Directiva se disuelve y se plantea la posibilidad de DISOLVER LA ASOCIACIÓN.

Se nombra una Junta Gestora. Convocan Asamblea General Extraordinaria para el 4 de octubre. Por fin alguien se decide; es Julio C. Rivera. La
asistencia a esta Asamblea fue de nueve asociados, los cuales aceptaron como Presidente al candidato.

Julio fue un presidente valiente. Con su gran personalidad consiguió que en la Asociación, además de afianzarse, se creara un ambiente sano de colaboración en todos los grupos. Su arroparse de un buen equipo: Ramón, Eugenio, Mª del Mar,… Fue el resurgir de la Asociación.

Todos los que desfilamos hace veinticinco años seguimos siendo igual de jóvenes cuando nos enfundamos nuestro traje festero. Debemos de estar muy orgullosos de haber consolidado esta Asociación y que ésta nos una todo el año, y también en la fiesta.

Gabriel Esteve

Presidente Marzo-Octubre 1986